Aunque estemos en pleno verano de 2013, las condiciones climatológicas me hacen pensar que estamos casi en invierno, y ¿qué mes más representativo puede haber de dicha estación que enero?. Todo esto viene de mi intención de mostrar al lector un hecho muy curioso que se produce en los mercados financieros desde hace decenas y decenas de años: El efecto enero.
De todos es sabido que tras los números, cotizaciones, operaciones, ordenadores y órdenes que rigen los mercados financieros están las personas, y estas, por mucho que nos cueste entenderlo,se rigen por patrones psicológicos de conducta. Eso fue, es, y será por los siglos de los siglos. De un modo u otro, y aplicando la Ley de Los Grandes Números, esta conducta racional se traduce a los mercados, provocando en ellos una serie de comportamientos “extraños”. Los puristas de la materia se aventuran a llamar a estos fenómenos anomalías.
Dichas anomalías son de lo más pintoresco: desde que es mejor cerrar posiciones los viernes y abrirlas los lunes por la mañana, hasta que los días de luna llena son los mejores para invertir según ciertos estudios. Hay planteamientos más o menos serios y convincentes pero, si en algo hay unanimidad es en el caso del reconocimiento de la existencia del efecto enero.
Pero ¿Qué es el efecto enero?. En un alarde de originalidad, se utiliza ese nombre para hacer referencia a que la Bolsa, los meses de enero de cada año, tiene un comportamiento susceptiblemente mejor que el resto de meses del año. Tanto para España, como para Europa como para América; para todo tipo de mercados internacionales esta condición se cumple. Ojeemos datos:
A la vista de la información que arroja la tabla superior, el Standard and Poor’s 500, en los 81 años anteriores para los cuales se te ha tomado el estudio, nos indican que enero ofrece una rentabilidad media del 1.4% sobre el 0.8% del resto de meses, y con una desviación típica menor, lo que si cabe es más importante.
Los expertos en la materia ofrecen 4 principales motivos por los cuales este fenómeno se produce en los mercados de renta variable de todo el mundo:
1.- Cierre de presupuestos y balances anuales: Con las cuentas anuales del año anterior cerradas, ahora las empresas tienen que poner en marcha sus planes estratégicos para el vigente año, con lo que posibles lastres de meses anteriores se aparcan a un lado para ver aflorar nuevos proyectos. Como ya sabemos que en bolsa se descuenta todo, esta subida se produciría en enero.
2.- Ventajas fiscales: en diciembre se reajustan las carteras de patrimonio de los individuos, metiendo en muchas ocasiones grandes aportaciones en fondos de inversión, a fin de beneficiarse del tratamiento fiscal que tienen estos instrumentos de renta variable en detrimento de la tributación pura y dura por IRPF.
3.- Fondos de inversión: Los gestores de los fondos no hacen cambios en la composición de sus carteras por miedo a que los reajustes desestabilicen los rendimientos esperados y echen al traste con la reputación de dichos fondos. Por eso suelen esperar a enero, una vez pasado el benchmarking, para hacerse con nuevos activos y despojarse de los que menos rendimiento le han proporcionado.
4.- Factores psicológicos: Para mí, la más importante. Si algo de poderoso tiene una anomalía en un mercado, no es la anomalía per se sino su poder para auto-confirmarse; si en enero de 2014 pensamos que la bolsa subirá (y a la vista de los datos, será mas probable que otros meses para que así sea), iremos todos en masa a comprar, haciendo que el valor de las acciones suba.
Esperemos que el lector tenga buena cuenta de este tipo de sesgos del mercado para sacar provecho de ellos.